Aprovechando
lo contentilla que iba, me fui con Pablo a su casa y dejamos solos a
Ivan y a Carolina. Esa noche las tres íbamos a mojar, follar o hacer
el amor. Se podía decir de muchas formas, pero en el fondo era lo
mismo.
Pablo
me llevó como pudo hasta su casa, ya que no se lo estaba poniendo
nada fácil. Si algo tenía de malo yo era que cuando bebía me daban
ataques de risa continuos y no podía parar de reírme por lo que me
tocaba parar cada 5 minutos porque sino me iba a dar un soponcio.
Pablo cansado de que tardáramos tanto en llegar decidió cogerme en
brazos y llevarme hasta su casa para adelantar.
Cuando
llegamos me tumbó sobre su cama y me quitó la ropa como pudo para
que estuviera más cómoda. Yo no llevaba nada de rompa de recambió,
así que cogió una de sus camisetas y me la puso dejándome solo con
las bragas.
En
aquel momento yo estaba muy borracha, pero también muy cachonda y
aunque no era muy consciente de lo que hacía mi cuerpo me decía que
necesitaba ser pentrado hasta la saciedad. Así que le dije:
-
Pablo... quiero jugar.
-
¿A que quieres jugar, nena?- Me dijo con voz muy picara. Eso me
acababa de poner mucho.
-
Quiero hacer un trío. Tú, yo y Marcos. ¿Qué te parece?
-
Esa idea me gusta, pero y ¿si cambiamos a Marcos por una chica, no
te gusta más?
-
No, porque no me siento preparada, si quieres hacerlo más adelante
vale, pero ahora compláceme. Tú, yo y Marcos.
-
Vale, ahora se lo digo.- Fue a llamar a Marcos y en un santiamén
estaba allí con nosotros. Quedaba muy poco para que se terminara el
verano y me di cuenta de una cosa y es que había alargado sus
vacaciones o que me mintió cuando me dijo que solo le quedaba una
semana. Empecé a preguntarme si era eso o es que solo me quería en
un principio para un polvo. Bueno eso ya daba igual. Cuando llegó
Marcos empecé a sentir dolores en mi tripa. Nunca había estado tan
nerviosa y encima se me acumulaba con todo el alcohol que había
tomado aquella tarde. Había hecho eso solamente una vez y no fue
exactamente muy agradable. No quería que esa fuera a salir igual.
Yo
me quedé en la habitación esperando a que Marcos llegaba mientras
Pablo estaba en la cocina poniéndome un vaso de agua. Necesitaba
mucha hidratación, demasiada.
De
repente desde la habitación escuché el timbre. Me puse como un
manojo de nervios porque sabía lo que iba a pasar en aquella
habitación una vez entraran los dos.
Cuando
Marcos entró en la habitación y me vió con aquellas pintas se
empezó a reir de mi pero Pablo le dió un golpe para que parara. Si
aquel supiera todo lo que había pasado por la tarde...
-
¿ Qué estas dispuesta a hacer?- me dijo Marcos- ¿quiero decir,
harás cualquier cosa o tienes algún prejuicio?
-
Estoy dispuesta a hacer de todo.- Le contesté. De repente vi a Pablo
como me besaba, su beso era cálido y apasionado, me trasmitía
confianza para salir adelante con lo previsto. Empecé liándome con
Pablo, mientras Marcos miraba y me empezaba a tocar. No quería, no
sé porque de repente no quería que me tocara. Cada vez que iba
introduciendo su mano dentro de mi pantalón yo se la quitaba
enseguida. Ellos se dieron cuanta y cambiaron de posiciones. Este era
ahora el comienzo. Me besaba con Marcos- sin comparación con los de
Pablo- mientras que Pablo metía su mano dentro de mi pantalón. Sin
quitarme nada, iba acariciando mi clítoris y lo iba estimulado. No
podía evitar abrirme de piernas para él. Eso le dio más acceso en
mí y empezó a meterme los dedos suavemente preparándome. Mientras
tanto yo le tocaba el pene a Marcos. El pene de Marcos era diminuto
en comparación en el de Pablo, pero eso me iba bien para hacer las
felaciones. Estando ya lista, desnudé lentamente a Marcos y a Pablo,
mientras ellos dos me lo hacían a mí. Empecé a chupar lentamente
el pene de Marcos, se podía observar como se hacía cada vez más
grande y eso me reconfortaba.
Mientras
estaba yo a cuatro patas chupándole el pene a Marcos, noté como
alguien me cogía de los muslos y me los separaba poco a poco cuando
de repente sentí como Pablo pasaba su lengua por mi centro de
placer. Lo lamía, lo mordía, lo besaba… jugaba con todo mi ser y
yo no pude evitarlo, un gemido salió de mi.
-
Así me gusta preciosa, que disfrutes para mi. Quiero que me lo des
todo.
Mientras
yo se la chupaba a Marcos y este tocaba mis tetas, Pablo cada vez me
chupaba el clótoris con mas fuerza y más ganas. Todo mi cuerpo se
estremecía y empezaba a temblar. No podía parar aquellas pequeñas
convulsiones y cuando me dejé ir llegué al clímax.
-
Peque, ahora voy a introducirme poco a poco dentro de ti, ¿de
acuerdo? Me dijo Pablo. Yo simplemente asentí y noté como el se
estaba metiendo dentro de mí No podía dejar de arquear la espala y
de moverme para delante con cada penetración. Era muy marcadas.
Entraban una y otra vez, una y otra vez. Mis gemidos salían cada vez
mas fuerte, hasta que noté que Pablo se cogió de mi por detrás y
luego de una penetración dura y firme llegó al orgasmo dejándose
caer encima mía.
Noté
un sabor extraño en mi boca, era de algo salado y de repente supe de
que era. Marcos se había corrido dentro de mí. No sabía porque
pero aquel sabor no me desagradaba del todo. Aunque estaba cansada,
quería más y tuve más.
Desde
luego algo tenía claro, un polvo quitaba toda la borrachera posible.
Ahora solo quedaba lidiar con la resaca. Marcos se fue a darse una
ducha rápida mientras Pablo y yo nos quedamos tumbados en la cama.
Yo estaba destrozada y no podía más. Mis ojos se iban cerrando poco
a poco hasta que sin darme cuenta me quedé dormida.
Me
levanté alterada a las 4 de la mañana. Estaba un poco confundida
pero de repente me situé. El alcohol me dejó la boca seca y fui en
silencio a la cocina para no despertar a Pablo. Cuando llegué como
pude intente encender la luz de la cocina, ya que no me conocía
aquella casa pero le di a todas las luces menos a la que tocaba.
Torpemente
las apagué y después de beberme el vaso de agua me senté en el
sofá. Me había desvelado y no sabía que hacer así que simplemente
permanecí a oscuras un buen rato hasta que alguien me tocó el
hombro.
-¿Qué
haces aquí, peque? Me preguntó Pablo con un gesto confuso.
-
Tenía sed y viene a beber un poco de agua y como me he desvelado no
quería molestarte.
-Vamos
a la cama, allí estarás más agusto.
Me
cogió de la mano y me llevó hasta la habitación. Me quedé mirando
el techo hasta las 7:30 mientras el seguía dormido. Como no podía
dormir decidí levantarme poco a poco, no quería despertarlo. Me fui
al baño y después de darme una duchar que me ayudaría a despejarme
, me dispuse a preparar el desayuno.
Aquella
no era mi casa y no sabía donde estaba cada cosa, pero ya me
encargué yo de cotillearle todos los armarios.
Cuando
acabé de preparar el desayuno, fui a llevárselo a la cama. Lo
desperté poco a poco con un beso y cuando abrí los ojos le dije:
-Buenos
días precioso, aquí tienes tu desayuno. Espero que esté bueno.
-No
deberías haberte molestado-dijo sonriendo.
-
No es molestia alguna, espero que lo disfrutes.
La
verdad es que el desayuno me había quedado de vicio. Le preparé un
café junto un vaso de zumo de naranja con dos tostadas de queso y
mermelada de fresa.
Después
de estar un rato tirados en la cama, escuché un ruido que me sonaba
familiar. Era el de un móvil, hasta que me di cuenta que me estaban
llamando a mi.
-
Hola mamá!
-
Hola, Carol, ¿ hoy vuelves al pueblo?
-
Sí, que empiezan las fiestas.
-
¿Con que vas a ir?
-
Cogeré el autobús. No te preocupes. Bueno te dejo que estoy
preparando la bolsa.- Mentí, pero no le podía contar la verdad y
tampoco le hubiera gustado mucho. Ya que ella el tema de la
virginidad y el sexo lo veía como algo que tenías que hacer cuando
estuvieras casada.
-
Adiós cariño, cuidate.
Me
despedí de mi madre y me fui a casa de mi tío para recoger mis
cosas, ya que tenía que volver a mi casa y esos días me había
quedado en casa de él. Cuando se iba acercando la hora, fui a la
parada del autobús para esperarlo. Estaba sola, hasta que vi que se
acercaba para coger el autobús un chico que tenía un año más que
yo. Si ya era guapo de pequeño, no te puedes imaginar como estaba
ahora. El verano le había sentado tan bien, no podía apartar la
mirada de él. Subí en el autobús y me senté en mi lugar de
siempre, 3 fila de la izquierda. Ese lugar me encantaba.
-
¿Me puedo sentar contigo?- Me dijo con la mayor amabilidad posible.
¿Porque se quería sentar conmigo cuando había un montón de sitio
libre?. Supongo que sería para no estar solo.
-
Sí, claro.- Se sentó a mi lado. Empezó el trayecto y con el un
silencio incomodo, había que romperlo. De repente salió de dentro
la mujer extrovertida que tenía y habló sin pensar lo que decía.
-
¿Bueno y como te van las vacaciones?
-
Bien, tranquilas como siempre.
-
Ya se te nota, tienes una cara de relax. Como si hubieras echado
muchos polvetes.- No sabía como le había podido decir eso. Noté el
calor subiendo por todo mi interior hasta llegar a mis
mejillas. Debían de estar rojas como un tomate.
-
Habló la que tiene pinta de haber acabado de salir de un buen
polvo.- Cuando me dijo eso, me puse más roja todavía y me empecé a
reír. Siempre que me ponía nerviosa me reía, al menos él se reía
conmigo.
-
Ajaja, mira que gracioso el nene. Al menos se puede decir que nos lo
pasamos bien ¿no?
-
Pues sí.
Cuando
llegamos al pueblo, nos despedimos con dos besos. Aquel día quedé
con una vieja amiga, para ir a ver los toros y luego de fiesta. Por
una parte me sentaba mal no estar con Marta y Carolina, con lo bien
que nos lo pasamos juntas. Eso me hizo darme cuenta, de que le debía
una disculpa a Carolina. La noche pasada no me porté bien, pero ella
también me debía una explicación.
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